"El miércoles pasado, en Troyes, en medio de una reunión, un operario de 49 años de France Télécom, tras enterarse de que, fulminantemente, iba a cambiar de puesto de trabajo, sacó un cuchillo y se rajó el vientre al grito de "¡Ya estoy harto de gilipolleces!". No murió. El viernes, en París, tras escuchar que, de buenas a primeras, iba a cambiar de jefe de equipo y de cometido, una empleada de la misma empresa se lanzó desde un cuarto piso y se estampó contra la acera. Sus compañeros contemplaron estupefactos durante varios minutos, mientras llegaba la ambulancia, la agonía de su colega en la calle, que murió horas después en el hospital. Ayer, otra empleada del departamento de atención al cliente, y que se enteró de que iba a ser trasladada, se intentó suicidar a base de barbitúricos..."
(La noticia entera, en El País.)
Parece el inicio de una película del genial aunque oscuro Paul Thomas Anderson, pero no. Es una dolorosa realidad. Las condiciones de trabajo que sufren los empleados de France Télécom llevan a que muchos de ellos no encuentren otra salida que el suicidio. Así, 23 personas se han quitado la vida en el último año y medio. Y como dice el artículo, esa cifra registra sólo a los que lo han conseguido.
16 de set. 2009
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1 comentari:
Sísí, ni al mismísimo Larsson se le ocurriría una historia tan cruda. Ayer lo leía en el país y por un instante me enganché al rollo y quise más, como si de una novela se tratase. qué feo.
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